The Blessed Virgin and Saint Anne, adapted from a photo by Paul Flores; used with permission.

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Sanación Sicológica
en la Tradición Mística
Católica Romana

La Mirada de Dios no es
como la mirada de los hombres,
pues el hombre mira la apariencias,
pero Dios mira el corazón.

—1 Samuel 16:7


English 

 
“No Soy una Mala Persona” | Libre Albedrío | Encontrando la Verdad: Amor Verdadero | ¿Por Qué Cristo Tenía Que Morir? | Sangre y Vida | Nuestros Corazones “Quebrantados” | Servicio Obediente | Una Prueba Psicológica

 
CUANDO se le pregunta a las personas sobre su actitud sicológica fundamental con respecto a la vida, muchas de ellas dirán, “Yo solo quiero sentirme bien conmigo mismo. Quiero sentirme amado. Quiero una pareja sexual. Quiero divertirme y disfrutar de la vida. Yo no soy una persona mala.”

En la superficie, de acuerdo con los estándares contemporáneos sociales, esta actitud puede parecer benigna e inocente. Pero tiene implicaciones sociales profundas que no se ven con facilidad.

El hecho es, que en muchos de nuestros intentos para entretenernos terminamos pisoteando a las demás personas.

Al buscar riquezas envidiamos y competimos con nuestros vecinos, explotamos, engañamos a los que no son privilegiados y contaminamos el medio ambiente que Dios nos ha dado.

Al buscar diversiones fomentamos una industria que seduce a nuestra cultura entera con frivolidad, vanidad, y orgullo.

Al buscar placer sexual extendemos heridas emocionales y enfermedades físicas, lujuria, infidelidades, divorcios, pornografía, y prostitución, junto a embarazos no deseados, abortos, horrors en los cuidos substitutos, y abuso de menores.

Al buscar excitación creamos adicciones y fomentamos un grupo clandestino criminal para distribuir las materias de adicción.

Al buscar la felicidad somos como el ojo de un huracán, al parecer calmado y pacífico, pero ciegos a la tormenta, extendiendo caos alrededor nuestro.

Y de esto es de lo que trata el pecado. Se trata de estar completamente ciegos a las cosas malas que les hacemos a los demás mientrás buscamos sentirnos bien con nosotros mismos. Pero con todo, no somos gente mala.

  
Libre Abedrío

No somos gente mala. Dios nos ha creado como seres buenos para compartir en su grandiosa gloria a través de la voluntad libre. Pero, por causa de lo que la Teología llama Pecado Original nos encontramos separados del conocimiento pleno de Dios—y de amor. genuino. Después de todo, si en verdad conoceríamos amor no estaríamos pisoteando a los demás y usándolos como objetos para nuestras satisfacciones propias, ¿o sí?

  

Tú puedes programar su computadora para que diga, “te amo” todas las mañanas cuando la prendes, pero ese mensaje sintetizado no sería amor, ¿cierto? Una computadora simplemente hace lo que se le dice que haga, y, filosóficamente hablando, si tú no tienes la capacidad de decir “No”, tu “Si” no significaría nada.
 
Por lo tanto, el amor tiene que ser una elección libre—un acto de la voluntad.

  

Y así que, cuando Dios nos creó para participar de su gloria, nos dio libre albedrío, para que tengamos la capacidad de amar. Pero con el libre albedrío viene la facultad de renunciar al amor. Eso es lo que equivale al pecado: una renunciación al amor; es un dar las espaldas a la responsabilidad moral hacia los demás, y que al fin y al cabo, resulta en separación de Dios.

Así que aquí estamos. No somos personas malas. Y sin embargo tenemos la libertad para hacerle cosas malas a los le hacemos cosas malas a los demás sin siquiera darnos cuenta. ¿Cómo, entonces, veremos la verdad? ¿Cómo podremos conocer el verdadero amor?

 
Encontrando la Verdad: Amor Verdadero

Dios es amor. Y Dios creó el Cielo y la Tierra para que compartamos en su amor. Dios no creó juguetes para poder jugar con ellos ni esclavos para que Él los mandase. Él creó creaturas que puedan compartir en su amor como—quien dice—seres iguales, en el amor. Nos dió su amor para que podamos amar.

Sin embargo, por la ceguera que caracteriza nuestra separación de Dios, vamos a poder ver únicamente nuestras propias ilusiones-indulgentes. Dejados a nuestra propia cuenta, no tendremos más que un mundo vacío de construcciones sociales para darnos comodidad. Dejados a nosotros mismos,no tenemos mas que orgullo, y en ese orgullo somos fácilmentes engañados por el mal. Por tanto, dejados a nosotros mismos estamos perdidos en la esclavitud del pecado. Por lo tanto, solo Dios mismo nos lo puede mostrarnos lo que es amor verdadero. 

Ahora, si Dios se presentará delante de nosotros en plena gloria, de seguro que caeríamos de bruces delante de Él en terror. Pero no necesariamente le amaríamos. Verdadero amor, después de todo, es un acto de sacrificio propio ofrecido libremente, no algo engendrado por el temor.

  

Sicológicamente, el temor se refiere a una preocupación narcisista sobre posibles daños a nuestro orgullo y seguridad. En cambio, el temor a Dios se refiere a nuestro asombro humilde y servicio delante la grandiosa gloria de Dios y misericordia. Así que, mientras que el temor psicológico nos jala lejos de Dios, el temor a Dios nos dirige directamente al abrazo del amor divino.

  

Entonces, para poder enseñarnos verdadero amor, Dios nos lo quiso demostrar a través de la vida de un simple, pobre hombre—una vida que terminó con la ejecución más humillante conocida en la humanidad.

Fue como si Dios le dijese a todos los espectadores, aquellos presente y los que vendrían después, “Si le puedes amar a Él, a mi Hijo, este hombre humilde y quebrantado, colgando en debilidad sobre esa cruz por amor a ti, quiere decir que puedes amar cualquier cosa. Y si puedes amar cualquier cosa, conocerás el amor verdadero. Y si conoces el verdadero amor por fin comenzarás a conocerme.”

  

Después de todo, ¿qué, en toda su ceguera, tiende a valorar la cultura humana? Pues, mira a la política, el deporte, y el entretenimiento y verás una sed insaciable para riquezas, glamor, poder, competencia y venganza. Así que, ¿no es de asombrarse que para demostrarnos amor verdadero, y para evitar toda ilusión, humana, Dios vino a nosotros en pobreza, simplicidad, debilidad, y gentileza?
 
Y Él recibió todo los insultos pacientemente y silenciosamente sin represalias, y todo para que podamos ver la verdad del pecado en nuestros corazones—y arrepentirnos de ello, en pena por el dolor que nos causamos los unos a los otros.
 
Y es por eso que San Pablo dice (1 Corintios 1:23) que la crucifixión de Cristo para los griegos, quienes valoraban la “sabiduría” de la filosofía natural, parecía una tontería, y para los judíos, quienes buscaban signos proféticos poderosos, la crucifixión era una piedra de tropiezo.
 
Pues ni la sabiduría natural ni el poder puede iluminar tus propias oscuridades.

  

 
¿Por qué tuvo Cristo que morir?

De todos modos, hay aquellos que preguntan, “¿Pero por qué Cristo tuvo que morir? ¿Qué tiene que ver esto con el amor? ¿Por qué hubo derramamiento de sangre?”

La contestación es triple.

 
1. Sangre y Vida

Recuerda que sangre, al ser un aspect biológico esencial de la vida, es, por tanto, un símbolo de vida de en sí mismo. En consecuencia, el derramar sangre para otra persona significa dar la vida propia para rescatar o preserver la vida de esa otra persona.

Entonces, cuando Cristo derramó Su sangre por nosotros, lo hizo para darnos vida—es decir, liberarnos de la esclavitud del pecado. La muerte de Cristo es un misterio glorioso que rebotó desde el Cielo hasta la Tierra para “borrar la atadura[del Pecado Original] en contra nuestra, con sus demandas legales, lo cual nos desfavorecía. También Él lo sacó de en medio nuestro al crucificarlo en la cruz” (Colosenses 2:14).

Y así, antes de su muerte, Cristo oró, “Padre, la hora ha llegado. Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo pueda glorificarte, así como le distes autoridad sobre toda las gentes, para que Él pueda darle vida eterna a todos los que Tú le has dado (Juan 17:1-2).

 
2. Nuestros Corazones “Quebrantados”

La redención en la muerte de Cristo fue un ejemplo para nosotros. Nos demostró como somos capaces de matar a Dios mismo para preservar nuestros intereses propios. Nos demostró, en una forma que ningún evento en el mundo nos ha demostrado antes o mismos corazones que Dios ha creado—y a través de nuestro libre albedrío, constantemente ensuciamos y herimos a los demás, nos mofamos, y ejecutamos al amor divino en todo momento de nuestras vidas. Nos demostró la fealdad y el pecado que nutrimos en nuestros propios corazones.

Así que, a menos que reconozcamos el abismo del pecado en nuestros corazones y elijamos aceptar la redención ofrecida en su sacrificio por nosotros—y, en humilde obediencia donde libremente deseamos la voluntad de Dios, morimos a las auto-indulgente ataduras mundanas que lo clavaron a la cruz—nunca conoceremos pureza del corazón y amor verdadero.

  

Jesús ama a todo el mundo, y llama a todos a su amor. Pero para aceptar este llamado, tenemos que dejar todo aquello que no es amor.

  

Esto es algo difícil de aceptar. Muchos discípulos abandonaron a Cristo por eso. Aún hoy, hay aquellos que tratan de hacer a la Iglesia “relevante” a un mundo moderno corrupto. Pero Cristo nunca dijo que vino para hacer de la vida una que sea conveniente. Él vino a predicar la Verdad.

  

Cristo no era un sentimental Cristo llamó a todos—y aún llama a todos—al arrepentimiento. En su propia era, muchas personas escuchó su llamado y obedecieron. Pero hubieron muchas personas que Cristo rehusó sanar porque ellos rehusaron reconocer sus pecados y arrepentirse de ellos. Hubieron muchas personas que Él rechazó como discípulos porque iban detrás de loria mundane en vez de paz divina. Hubieron muchas personas que Él declaró hipócritas-los fariseos , saduceos, y herodianos. Cristo no era un sentimental que aceptaba a todos “tal y como son”. Él reveló la verdad de nuestro quebrantamiento y llamó a todos a arrepentirse de sus pecados. Y, finalmente, muchos de aquellos que se sientieron ofendidos por Él,unieron sus resentimientos en contra del y lo crucificaron.

  

Cristo no era únicamente un buen hombre como otros supuestos “hombres buenos” a través de la historia. Muchos de estos individuos, aunque alabados por sus culturas por ser lideres religisos o politicos que realizarón distinguidos actos de justicia social que fueron, sin embargo, manchados con graves pecados personales. Pero, Cristo con su pureza de ser Dios verdadero y hombre verdadero nos ofrece el perdon de nuestros pecados y aquella presencia real permanence con nosotros siempre a través de los Sacramentos. Únicamente en el pan partido de la Eucaristía podrá nuestro quebrantamiento psicológico sanar. 

Tristemente, aquellos que no predican esta verdad sobre nuestro quebrantamiento humano y la absoluta imposibilidada de sanarnos a nosotros mismos a traves de nuestras propias indentificaciones sociales no le hace bien a nadie.
 

LA RELACIÓN ENTRE LA PSICOLOGÍA Y EL CATOLICISMO
 

El psicoanálisis freudiano clásico es ateo, y también la mayoría de la psicoterapia de hoy. Aunque el brillante sicoanalista Jacques Lacanfrancés Jaques Lacan tenía alguna familiaridad con el catolicismo, la religión no tenía parte alguna en su psicoanálisis. Pero Lacan les puede enseñar mucho sobre psicología a los católicos. Para decirlo en pocas palabras, el análisis Lacaniano fundamentalmente nos enseña que todas sus identificaciones con el mundo son sólo ilusiones vacías. Así que tú comienzas el análisis con su identidad como un jarrón precioso de porcelana, y terminas el análisis como un hombre desnudo, solo, sentado sobre un montón de cerámica rota. Así que esto es la vida tú aprendes, sólo un montónde ilusiones. “Ve y haz algo con eso de todas maneras,” se te dice.
 
¿Y qué tiene que ver esto con catolicismo? Bueno, lee a San Juan de la Cruz y encontrarás que su descripción sobre purgación espiritual Saint John of the Cross es, en sus efectos prácticos, algo parecido a la filosofía de Lacan. La diferencia entre las dos, por supuesto, es Cristo. Cristo comienza donde Lacan termina. Lacan nos deja con la dura y descubierta verdad sicológica de nuestras vidas rotas. Cristo—y sólo Cristo—puede sanar lo quebrantado. Y en esa brecha entre Lacan y Cristo es precisamente donde yo ubico la relación entre psicología y religión. La psicología no nos puede sanar, pero nos puede ayudar a vencer nuestra resistencia a entregarnos totalmente a Cristo. Una vez que hagamos esa entrega, nuestra sanación comienza. Y esto es precisamente lo que nos dijo San Juan de la Cruz. 

Read an excerpt from a letter about repentance
by Saint Clement, pope

 
 
3. Servicio Obediente

Porque Cristo murió también (y aquí está la segunda parte de la contestación) para ser levantado nuevamente, para así enseñarnos que Dios asciende a su gloria únicamente a aquellos que, sin obstinación ni presunción, sin astucia ni intriga, sin disensión ni divisiones ni protesta, se vacían a sí mismos de todas sus ilusiones sociales en servicio humilde y obediente a Él.

  

Predique el Evangelio siempre, y en todo tiempo; si fuese necesario, ¡utilice palabras!

  

—atribuido a San Francisco de Asís

Siempre habrá aquellos que se resistan a esto, aquellos que atacan a la Iglesia desde afuera y aquellos que la sabotean desde adentro. Pero la elección es simple: ¿Vas tú a aceptar, libre y totalmente la redención de tu propia vacuidad que se te está ofreciendo, o lo vas a rechazar por la conveniencia propia? Si tú no trabajas tu salvación con temor y temblor (ver Filipenses 2; 12b) porque no estás dispuesto a sacrificar todo por ella—como en las parábola de El Tesoro Escondido y La Perla de Gran Valor (Mateo 13; 44-46)—entonces tú, en primer lugar, probablemente no la deseabas tanto.

Pero, si en absoluta fidelidad al Magisterio de la Iglesia, tú aceptas el trabajo duro de tu salvación, tú entonces, para el resto de tu vida, llevarás la tristeza de un corazón que está roto por la ignorancia, la apatía, y el sacrilegio que le rodea. Y sin embargo, en medio de este mismo dolor, llevarás el gozo de poder decirle a Cristo, “Gracias Señor; ahora siento lo que Tú sentistes”. Y eso es amor verdadero. 

  

Mi Dios, yo creo, adoro, espero y te amo. Y te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan ni te aman.

—un ángel, en Fátima, 1917
 
 

  

The middle character in gold is the letter Shin, which refers to the Shekinah (the Divine Presence, or Holy Spirit). When the Shekinah joins the two halves («YH» and «WH») of the Tetragrammaton, the Holy Name of God («YHWH»), it makes the unpronounceable name pronounceable, for all the characters taken together now spell Yehoshua—that is, Jesus. This mystical fact in itself actually converted many to Christianity.

 


 

Tome esta prueba psicológica sólo para iluminación personal.

Imagina que tú estás preso—vamos a asumir, injustamente—y que estás previsto a ser ejecutado ese día por la tarde. Te dicen que puedes elegir lo que quieres comer para tu última cena. ¿Que escogerías?

No tienes que decirme tu contestación—solo continúa recordando las cosas que deseas comer, y luego haz “click” abajo para saber como califican tus elecciones.

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St. John of the Cross:
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