The Blessed Virgin and Saint Anne, adapted from a photo by Paul Flores; used with permission.

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El Juzgar

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“¡No Juzgues!” | Silenciado por la “Diversidad” | El Juicio Necesario | El Juicio Prohibido | Resumen | Dos Consejos Psicológicos

 
¡NO JUZGUES!

¿Con cuánta frecuencia haz escuchado esa exclamación como una refutación precipitada a un intento de señalar un error?

     “Nadie debe venir a la Iglesia en pantalones cortos”.
     “¡No juzgues!”

     “Se le debe negar la Comunión a cualquiera que haga una negación pública de la Fe”.
     “¡No juzgues!”

     “Nuestro obispo no solo no está defendiendo la Fe, sino que la está vertiendo por la alcantarilla”.
     “¡No juzgues!”

La verdad es, que hablar así no es criticar, pero los agentes de satán en la Iglesia preferirían que te lo creas para así tener la oportunidad de silenciar cualquier oposición a sus metas nefastas.

Es más, hasta con Jesús mismo trataron esta táctica. Cuando Él criticó a los fariseos por sus hipocresías (Lucas 11: 42-46), un erudito de la ley se quejó diciendo, “Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros”. ¿Y qué hizo Jesús? También reprendió al erudito: “Ay también de vosotros los legistas, que imponéis a los hombre cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos”.

 
Silenciado por la “Diversidad”

Ahora, la verdad es que, varios versos en el Nuevo Testamento sí nos advierten que no andemos juzgando; vea, por ejemplo, Mateo 7: 1 (“No juzguéis, para que no seáis juzgados”), Lucas 6: 37 (“No juzguéis, y no seréis juzgados”), Romanos 14: 13 (“Dejemos, por tanto, de juzgarnos los unos a los otros”), y Santiago 4: 12 (“En cambio tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?”).

Por causa de esos versos, muchas personas de hoy día, especialmente en nuestro clima social contemporáneo de diversidad y de exactitud política, reclaman que el hablar sobre valores morales en la sociedad o decir cualquier cosa para defender la Fe es “juzgar” porque alguien se puede sentir herido y ofendido.

“No juzgues”, dicen ellos. “¿Quién eres tú para hablar? ¡Tú tampoco eres perfecto!”

Pues, en vez de quedarnos mudos al momento, vamos a preguntar aquí un par de preguntas: ¿Qué realmente significa juzgar ? ¿Y qué tipo de juicio se nos está prohibido pasar?

 
El Juicio Necesario

Ten en cuenta que tenemos toda clase de jueces en nuestra sociedad con el propósito de juzgar. Estos hombres y estas mujeres tienen que determinar un apropiado castigo legal. Si estos jueces dejaran de juzgar, la libre sociedad civil colapsaría. La Biblia nos dice advertidamente que estos jueces deben actuar con imparcialidad y justicia, pero no se está refiriendo a este tipo de juicio cuando se nos dice que no juzguemos a nuestro prójimo.

También tenemos un nivel de juicio personal. Por ejemplo, en psicología, un aspecto de una entrevista clínica es determinar la capacidad de un paciente para formular un buen juicio. Eso se refiere a la habilidad que tiene una persona para comprobar la prudencia de cualquier acción y determinar la fiabilidad de los demás. En lenguaje no-psicológico, esta capacidad para buen juicio se llama sabiduría. La sabiduría ha sido ensalzada a través de los tiempos, así que tampoco es este tipo de juicio a que se refieren cuando se nos dice que no juzguemos a nuestro prójimo.

 
El Juicio Prohibido

Así es que, ¿qué tipo de juicio se nos está prohibido hacer?

Pues, es un tipo especial de juicio; algo otorgado únicamente a Cristo.

Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo.

—Juan 5: 22

¿Y qué implica este juicio? San Juan explica:

El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgara el último día.

—Juan 12: 48

En otras palabras, el juicio prohibido a nosotros y dado a Cristo únicamente es la determinación de si cierta alma entrará en el Reino de los Cielos o si esa alma, por sus propias acciones, se condena a sí misma al infierno.

El entrar en los Reino de los Cielos no es un asunto de simplemente decir, “Yo acepto a Jesús como mi Salvador”. Muchas personas que parecen santas y piadosas tienen pecados secretos escondidos en su corazón, y muchas personas que aparentan ser miserables pecadores llevan una contrición penosa dentro de sus corazones. Ya que la paciencia de Dios nos permite que hasta el mismísimo último momento de nuestras vidas el poder arrepentirnos de nuestros pecados, nuestro juicio sucede después de la muerte. Así que ningún humano, sino sólo Cristo puede sondear las profundidades del corazón humano, “pues Él traerá a la luz lo que está escondido y manifestará los motivos de nuestros corazones” (1 Corintios 4: 5).

Por tanto, nadie debería intentar opinar si alguien se salvará o no pues ese juicio está reservado para Cristo.

Date cuenta que se puede pasar un juicio de forma positiva o negativa, y se nos está prohibido pasar cualquiera de los dos.

Comúnmente escuchamos a personas decir tales cosas como, “¡Era un hombre tan malvado, que sin duda está ardiendo en el infierno ahora mismo!” Pues, nadie sino Dios, sabe si ese hombre se arrepintió en el último momento de su vida y encontró la reconciliación con Dios.

Además, insistimos en reemplazar a Cristo al hacer juicios positivos en formas sutiles. Por ejemplo, no es infrecuente escuchar en un funeral, “¡La tía Alicia era una mujer tan buena y generosa, que ahora mismo está en el cielo con los ángeles!” Pues, hasta un sólo pecado mortal en el alma de la tía Alicia, de la cual no se arrepintió, puede que haya invalidado todo el bien que ha hecho, y por eso, aunque no te guste, es juzgar decir que ella se encuentra en el cielo.

También los herejes, al hacer la reclamación que “todo el mundo irá al Cielo,” están haciendo un juicio. Sí, es un juicio positivo, y puede que se escandalicen si piensan que en sus intentos por evitar ser “juzgones”, están, en efecto, siendo “juzgones” pero, así es.

 
Resumen

No importa cuánto te hiere alguna persona, tú nunca debes desear que persona alguna sea condenada porque, aunque muchos se perderán, Cristo, de todos modos, no desea la condenación de nadie. Cuando Santiago y Juan querían pedir que bajara fuego del cielo para castigar a un pueblo que le había rehusado la bienvenida a Jesús, Él les regañó (Lucas 9: 54-55). ¿Por qué? Dios es “paciente….no deseando que ninguno se pierda sino que todos lleguen al arrepentimiento” (2 Pedro 3).

Sin embargo, podemos—y debemos—advertirles a los demás, sin odios o ira, cuando cometen pecados. Tenemos la obligación (vea el Catecismo de la Iglesia Católica, 2088 y 1868) de llamar la atención al error y defender la Fe. Todo esto es un acto de amor, no es juzgar; no tenemos que ser perfectos para poder amar.

 
Dos Consejos Psicológicos

Según la forma como dices las cosas puede determinar si estás o no juzgando. Y, aún cuando dices algo sin intención de juzgar, ten cuidado de no herir.

“¡Mujer malvada! ¡Debería darte vergüenza como estás vestida!” es pasar juicio y puede herir. Al decir que la mujer es malvada, estas juzgando a la mujer en sí. Además, a estás tratando de avergonzarla para que cambie de actitud. 

“Es una cosa impía el vestir así” no es pasar juicio. Estás diciendo que el comportamiento, y no la mujer, es malvado. Además, no le estas diciendo que es lo que ella debería hacer,[1] sólo señalas un hecho que ella puede o no usar, como ella guste, para determinar su propia línea de conducta.

 

 

Lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella.

1868 El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos en ellos:
—participando directa y voluntariamente;
—ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos, o aprobándolos;
—no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo;
—protegiendo a los que hacen mal.

 
___________

1. El tratar de cambiar el comportamiento de los demás únicamente causará estrés, en adición a complicaciones psicológicas tal como presión sanguínea alta, cuando los demás se niegan hacer lo que tú quieres que hagan. Además, la obstinación de los demás herirá tu orgullo, y eso te puede conducir derechito a las garras del odio y al asesinato espiritual.

 

Traducido por Anne P.

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