The Blessed Virgin and Saint Anne, adapted from a photo by Paul Flores; used with permission.

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El Mal

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El Mal Como Algo Dañino | El Mal Como el Rehusar Obedecer la Voluntad de Dios | Por Qué Hizo Dios el Infierno | ¿Influencias Demoniaca o Enfermedad Mental? | El Inconsciente | Vulnerabilidad a la Maldad a Través de las Defensas Psicológicas | El Deseo por la Venganza | ¿Qué Puedes Tú Hacer? | Tres Puntos Finales

 
PARA COMENZAR, vamos a reconocer que la palabra malo tiene esencialmente dos significados.

 
El Mal Como Algo Dañino

En su sentido básico, lo malo se refiere a algo que es dañino o destructivo. Este significado pone su enfoque en los resultados de algo, no en su origen. Por tal razón leemos en Job, “Si aceptamos de Dios el bien, ¿no vamos a aceptar el mal?” (Job 2:10). Esto quiere decir que Dios nos puede dejar pasar por tribulaciones desagradables, si lo desea; como Job mismo descubrió, Dios hace cosas “malas” no para ser arrogante ni malo, sino para el mayor bien—que, desde nuestra limitada perspectiva, difícilmente vemos.

 
El Mal Como el Rehusar Obedecer la Voluntad de Dios

El segundo, significado del mal se refiere a el rehusarse a servir a Dios. Esto fue lo que causó la caída de Lucifer, el ángel de luz, que ahora se conoce como Satanás, o “el diablo.” En su caída muchos otros ángeles le siguieron. La totalidad de todos estos ángeles, ahora conocidos como “demonios”, con satanás en el comando, personifican el mal. Al rehusarse a someterse a la autoridad de Dios, el mal convierte el interés propio en su mismo dios, a cuesta de los demás.

  

En su extremo, este interésen lo propio puede ser entendido como maldad—es decir, algo que haga daño por el mero hecho de hacer daño, para así exhibir su cruel poder. Pero también es cierto que, por ejemplo, se hable de aquellos que siguen un estilo de vida desafiando la castidad como maligno pues, aunque ellos no tengan un deseo consciente de hacer daño a otros, hacen daños tanto psicológicos como espirituales, y, a todo esto, desafían la voluntad de Dios.

  

 
Por Qué Hizo Dios el Infierno

¿Por qué Dios creó el infierno? Algunas personas quedan atrapadas en esa pregunta y, careciendo cualquier sabiduría teológica verdadera, determinan por cuenta propia que Dios es “malo” y caprichoso y no quieren nada que tenga que ver con Él.

Sin embargo, la verdadera respuesta a esta contestación, es algo sorprendente.

Antes de cualquier otra cosa, ten en cuenta que Dios creó el Cielo y la tierra, le dio a sus creaturas libre albedrío para que pudieran participar en el amor. Es decir, aquellos que no se pueden rehusar a amar en realidad no están capacitados para el amor—son solamente robots. El verdadero amor, después de todo, es un acto de la voluntad.

Y, allí estaba Lucifer, un ángel con libre albedrío. Y de alguna forma él decide que no quiere servirle a Dios sino que prefiere servirse a si mismo. Quizás pensó de algo así, “Resiento la idea de adorar a este Dios que me creó. Quiero ser libre para manejar mi poder por mi propia cuenta”.

Ahora, Dios, en la totalidad de su amor, no se enojó. En vez de eso, Él dijo algo semejante a. “Está bien. Si quieres ser tu propio rey, te daré un lugar a ti sólo en compañía de aquellos que elijan seguirte”. Así que, Dios creó el infierno y se lo dio a Satán. 

La cosa asombrosa de esta transacción es que la creación del infierno es un acto de amor de parte de la misericordia de Dios. Ya que es absolutamente tan horrible contemplar cualquier lugar que esté absolutamente separado de Dios,[1] Satán recibió de Dios un sitio—el infierno—que todavía existe dentro del amor de Dios. Las llamas del infierno, veras, son las llamas del amor de Dios que atormentan únicamente a aquellos que han rechazado al amor.

Por lo tanto, el infierno es una expresión de amor de la misericordia de Dios.

Por otra parte, al no ser excluido por entero de la creación, Satán y sus demonios tienen el poder de influenciar sobre las almas en este mundo. Es perfectamente justo—Satán tiene el libre albedrío para tentarnos a unirnos con él en el infierno, y nosotros tenemos el libre albedrío para aceptar su seducción o para rechazarla. Tenemos incluso el poder, dado por el mismo Cristo a sus sacerdotes, sobre todo demonio para expulsarlos fuera de toda criatura.

 
¿Influencias Demoniacas o Enfermedad Mental?

Mucha gente de hoy día—aún sacerdotes—propagan la idea falsa que cuando Jesús echaba afuera a los demonios en realidad lo que hacia era curando enfermedades mentales. Pero la verdad es que Jesús sabia la diferencia entre un demonio y un problema psicológico o mental. ¿Cómo el mismo SEÑOR no va a conocer su propia creación?

Por otra parte, nuestra falla en reconocer la diferencia entre un demonio y una enfermedad mental ha resultado en muchos errores trágicos.

En la era antes de la ciencia moderna, se creía que toda enfermedad mental era resultado de posesión demoniaca, y los enfermos mentales frecuentemente eran tratados como animales simplemente porque nadie sabía qué hacer con ellos. Los Médicos carecían del conocimiento de la psicología, y no tenian fe para echar fuera a los demonios, así que esencialmente se encontraban impotentes.

En cambio, la ciencia moderna ve todo como un asunto de química cerebral, aún hasta el punto de ignorar la psicología del inconsciente. La mayoria de los médicos modernos rechazan toda creencia en los demonios y no reconocerían uno incluso si le escupiese en la cara.

Pero, la verdad es, que hay demonios y hay enfermedad mental, y nos haría bien entender la diferencia entre ambos.

 
El Inconsciente

Un brillante psicoanalista francés, Jacques Lacan, ha explicado mejor que nadie los aspectos técnicos del inconciente. Lacan enfatizó la relación del lenguaje al funcionamiento del inconsciente. El lenguaje, al ser metafórico y simbólico, Jacques Lacan es un escalón—un gran escalón—removido de “la realidad” y en la brecha entre lo simbólico y lo real se encuentra todo el engaño, las mentiras y el fraude de la existencia social humana.

Aunque pueda parecer en la superficie, que nuestras vidas estan estructuradas simplemente por el pensamiento consciente y la expresión hablada, en realidad estamos más influenciados por la brecha entre lo simbólico y lo real—o, en otras palabras, por lo que está “faltando” de nuestras vidas, sencillamente porque filtramos todas nuestras experiencias a través de nuestra dependencia social en el lenguaje y la esfera de lo simbólico. Por lo tanto, el inconsciente es un efecto secundario, por así decirlo, de nuestra separación de la realidad cruda por causa de nuestro uso del lenguaje. Por consiguiente, el inconsciente contiene las más profundas—y frecuentemente, las más feas—verdades sobre nosotros mismos.

Muchas personas le temen al inconsciente—algunas personas hasta le da miedo la idea porque le temen a la verdad misma. Sin embargo, vamos a estar claro sobre lo que no es el inconsciente.

El inconciente no es algo ajeno a nosotros mismos.

El inconciente no es en sí mismo pecaminoso.

El inconciente no es, en sí mismo, malvado.

Sin embargo, por el funcionamiento de nuestro inconsciente, estamos vulnerables a ser influenciados por la maldad.

 
Ser Vulnerable al Mal por Defensas Psicológicas

Eres vulnerable a las influencias del diablo y a otros demonios en proporción al grado a que eres influenciado por las inconscientes defensas psicológicas. Esto es una afirmación poderosa, así que déjame explicar. 

Tus defensas, psicológicas, igual que las defensas psicológicas de todos nosotros, fueron creadas en tu niñez para proteger tu orgullo y tu ego frente a los asaltos [2] del mundo. Sin embargo, a menos que estos asaltos no sean alterados por un profundo escrutinio personal o por la psicoterapia, continuarán en tu adultez, como cápsulas de tiempo selladas dentro de tu mente inconsciente, donde te causan, no importa cual sea tu edad, a actuar con la desesperación egoísta de un niño enojado y asustado.

  

Para algunos individuos, el funcionamiento defensivo se vuelve el aspecto predominante de su ser: por eso carecen de “bienestar” y se dice que sufren de “enfermedad” mental.

  

Ahora, cuando actúas con la desesperación egoísta de un niño enojado y asustado, estarás actuando con un crudo interés propio que se asimila bastante a la rehusación endemoniada de servir a Dios. En ese desesperado estado de mente, estas pensando únicamente en ti mismo; no esas pensando con claridad, y de seguro que no estas pensando en Dios, y por eso estás tan vulnerable a caer bajo la influencias de los demonios. (BID).

  

Date cuenta que muchas defensas son creadas especificamente por el intenso dolor emocional de la disfunción emocional y la hipocresía de la familia. Por lo regular, cuando un niño (o niña) esta dolorido y enojado por las fallas de su padre, estas defensas frequentemente buscan la satisfacción inconsciente de debilitar toda autoridad paternal—incluyendo la Iglesia y, en última instancia, a Dios mismo.

  

 
El Deseo por la Venganza

La abertura más fácil que el diablo puede conseguir a tu corazón es el camino abierto por tus defensas, en el deseo de conseguir venganza por los daños infligidos sobre ti. Si la aflicción vino de Dios (como una reprimenda o lección espiritual), tú, mientras estás Bajo la Influencia de Demonios, estarás enojado con Dios, a pesar de la oportunidad que Él te está dando para la purificación. ¡Si el daño vino de la maldad, tú, mientras estás Bajo la Influencia de los Demonios, buscarás venganza contra aquellos que te lastimen, y utilizarás la justificación de “el diablo me hizo hacerlo! ”—y muy probablemente, debido a la ceguera espiritual, te sentirás enojado con Dios también.

Puesto que este deseo para la venganza, en vez de consciente, es mas bien inconsciente, especialmente con respecto a los traumas de la niñez, algunas personas incluso pudieran decir que, porque viven vidas tan piadosas, tienen la certeza de no quierer vengarse de nadie. Pero inconsciente sí desean la venganza—y cualesquiera de esos comportamientos que “el diablo me hizo hacer” son la evidencia de estar BID, en conjunto a todos aquellos pecados que se siguen repitiendo a pesar de confesiones repetidas.

  

Por lo tanto, con respecto al diablo, no mantengas la “venganza” en tu casa. Es decir, purgues de tu casa cualquier cosa que impregne venganza: deportes, televisión, política, periódicos, juegos video, y así sucesivamente. Aunque estas cosas son gancho, línea, y peso aceptados por nuestra cultura secular—e incluso por los que se dicen ser cristianos—no tienen ningún valor espiritual y únicamente son campos de cultivo para el deseo de conseguir la venganza sobre los demás. Igual para las adicciones (el fumar, la bebida, las drogas, el juego, el eroticism); estas cosas crían venganza porque al lastimarte a ti mismo tu inconsciente intentas sabotear la autoridad; e.g., tus padres y Dios.

  

 
¿Qué Puedes Tú Hacer?

Bueno, por una parte, si estás llevando en tu corazón toda clase de amarguras en cuanto a las injusticias del pasado, entonces, cuando las nuevas tribulaciones te afligen, toda esa amargura inconsciente en tu corazón brotará en cólera—junto con la envidia, y la rivalidad, y el orgullo, y así sucesivamente—y tú cairás en las garras de todas las trampas del auto-sabotaje, la desobediencia, y el pecado que el diablo ha tramado para ti.

Por otra parte, si vives una forma de vida casta, si te has separado de la necesidad mundana de defender tu orgullo, si respetas tu cuerpo y a ti mismo, si estás libre del auto-castigo y crees que Dios desea tu salvación, si puedes hacerle frente a todo con paciencia y humildad, si oras constantemente por los que te han lastimado, si verdaderamente has muerto al mundo como la iglesia temprana (y los místicos católicos con las edades) entendían el término—en pocas palabras, si has puesto a un lado la protección ilusoria de tus defensas psicológicas y confías totalmente en Dios para tu protección—entonces verdaderamente estás sirviéndole a Dios desde las profundidades de tu corazón, y, como un alcohólico condenado por conducir bajo los efectos del alcohol que finalmente aceptó el tratamiento en un programa de rehabilitación y llegó a ser limpio y (sobrio), no estarás más (Bajo la Influencia de los Demonios.

  

No se ponga el sol mientrás estéis airados; no deís ocasión al diablo.

  

— Efesios 4:27

 
Tres Puntos Finales

1.

No todo el que es enfermo mental está bajo la influencia de demonios.

2.

No todo el que está está bajo la influencia de (o incluso poseído por) demonios es enfermo mental.

3.

Algunos individuos son enfermos mentales y, a la vez, estan bajo la influencia de demonios.

 

El siguiente anuncio es presentado en conformidad con el San Francisco EOO (Equal Opportunity of Opinion)
Diversity Enhancement Ordinance BS7734:

 
___________

1. Vea, por ejemplo, a Santa Catalina de Genova, Tratado Sobre el Purgatorio, Capitulo IV: “El castigo de los condenados no es, es cierto, infinito en grado, pues la bondad toda-bella de Dios brilla aun en el infierno. El que muere en pecado mortal se merece la afliccion infinita por una duracion infinita; pero la misericordia de Dios ha hecho el tiempo solo infinito, y mitigo la intensidad del dolor. En justicia El, tal vez, hubuieses infligido un castigo mucho peor al que El ha hecho”.

2. Estamos siendo constantemente “asaltados” por los demás alrededor de nosotros en sus deseos de conseguir de nosotros lo que más beneficiará sus intereses propios. Por tanto, el motivo inconsciente de querer satisfacer a los demás con frecuencia estará en conflicto con nuestra necesidad básica de auto-preservación. Por otra parte, en adición a estas exigencias sociales, el mundo físico que nos rodea frecuentemente nos asalta por medio de accidentes y desastres naturales. Por lo tanto, tenemos que enfrentarnos constantemente con conflictos emocionales o “asaltos” internos o externos en nuestro bienestar.
      Maneras comunes de protegernos emocionalmente a nosotros mismos se llamaron mecanismos por Sigmund Freud. Cuando son vistos en contexto patológico, estos mecanismos pueden llamarse técnicamente mecanismos de defensas; cuando visto en el diario vivir, pueden más correctamente ser llamados mecanismos dinámicos. Sin embargo, la psiquiatría moderna usa el término de mecanismos dinámicos tanto en el contexto patológico como en el diario vivir.
      En cambio, la teología católica nos enseña a colocar nuestras armas de auto-protección y a confíar enteramente en Dios: Nuestra ayuda es en el nombre del SEÑOR que hizo el cielo y la tierra (Salmo 124:8).

 

Traducido por Anne P.

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