The Blessed Virgin and Saint Anne, adapted from a photo by Paul Flores; used with permission.

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Sanación Sicológica
en la Tradición Mística Católica Romana

Sanación

No podrás cargar tu cruz
si estas cargando resentimientos.

English 

 
Sanación Espiritual | Dolor | Ira y Venganza | Otra Opción | Transformación a través de la Oración | Darle tu Dolor a Dios | Cuatro Consejos Breves | Libros

 
ARA ENTENDER el proceso de sanación espiritual, vamos primero a mirar qué sucede cuando tú eres herido de alguna forma.

 
Dolor

La reacción al dolor de la mayoría de la gente es tratar de hacer algo al respecto. Una herida corporal, con frecuencia requiere algún tipo de tratamiento corporal. (Una herida corporal también puede ser tratada con imaginería mental y oración, pero nos estamos adelantando.) Una herida, por ejemplo, se tiene que limpiar y vendar.

Dolor emocional, sin embargo, exhibe un problema mayor. La forma en que muchas personas tratan al dolor emocional es escondiéndolo; esto es, ellos hacen algo auto-gratificante—como tomar alcohol, tener sexo, apostar, ver TV o cine, comer golosinas o frituras, y cosas por el estilo—que entumece el dolor pero no hace nada para sanarlo.

Muchas personas también usan la ira y la venganza para responder al dolor. 

 
Ira y Venganza

Ira, en el sentido técnico, es un deseo de hacerle daño a la persona o cosa que le hirió; venganza es un acto de llevar a cabo ese daño de alguna manera.[1]

La venganza puede ser promulgada pasivamente a través de la obstrucción y el sabotaje, o puede ser promulgada activamente a través de la violencia. Pero, así como sucede al esconder el dolor, la ira y la venganza no sanan el dolor tampoco. Esto es porque todo dolor, en su esencia, es simplemente un recordatorio de tu vulnerabilidad humana inherente y tu impotencia. Aunque tú mates a la persona que te hiere, tú todavía permanecerás vulnerable a otro ataque de otra persona. Entonces, en toda ira y venganza, puede que te sientas poderoso temporeramente, pero el sentimiento es solo una ilusión. No importa lo que hagas, tú permanecerás vulnerable al ataque de cualquiera en cualquier sitio.

 
Otra Opción

En contraste con toda ésta ilusión humana—y desatino—tenemos otra opción. Podemos darle nuestro dolor a Dios. Esto es, cuando estamos heridos, no tenemos que pelear con los demás, tratando de herir a otros como hemos sido heridos nosotros. Confiando en la perfecta justicia de Dios como nuestra protección, vamos a poder aceptar todo mal calladamente, pacíficamente, sin quejas ni protestas. A pesar de nuestras heridas, vamos a poder devolver paciencia, entendimiento, compasión, misericordia, temperancia, y perdón a aquellos que nos hieren, a la vez que oremos para que ellos se arrepientan de sus maldades. 

  

En la sicología está un axioma que la ansiedad y la relajación no pueden existir en una persona simultáneamente; este hecho se ha convertido en la base empírica para la desensibilización sistemática, un proceso para tratar las fobias. La esfera espiritual tiene un axioma similar: tú no puedes orar por una persona y odiarla a la misma vez. Y si tú te entrenas a ti mismo a orar por el arrepentimiento y la conversión de cualquiera que te insulte o te ofende, entonces se vuelve imposible el odiar a esa persona—y toda tu rabia primitiva por tanto, se disuelve.

  

Lea la historia de San Francisco de Asís y
el lobo de Gubbio

 
Transformación a través de la Oración

¡Que carga tan ligera nos dio Cristo! Para sanar nuestras heridas todo lo que tenemos que hacer es, arrodillados ante el Crucifijo, y, mirando a la justicia divina, rendir nuestros deseos de vengar nuestras heridas. En imitación de aquel que aceptó la injusticia calladamente, pacíficamente, y, sin quejarnos ni murmurar, podremos decir, “Señor, estoy herido. Me duele. Estoy indefenso. Estoy quebrantado. Soy vulnerable. Nada que haga con mis propias manos me puede proteger. Ayúdame, pues sin tu misericordia y protección voy a perecer. En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu. Ayúdame a continuar mi trabajo en tu servicio a pesar del hecho que me siento [traicionado, abandonado, no amado, insultado, acusado falsamente, etc.]”. Y luego deja que Dios haga lo que hará para transformar tu sufrimiento en valentía y perseverancia—y gracias sanadoras para los que te hirieron.

  

Muchas personas, en especial aquellas que en su niñez han sido abusadas emocionalmente, físicamente, o sexualmente, tienden a retroceder ante la idea del sufrimiento, principalmente porque inconscientemente identifican el sufrimiento con el castigo—el mismo castigo injusto e irracional que recibieron de las manos de sus abusadores. Y fue este castigo injusto e irracional que causó que tu dolor se hundiera en las profundidades aterradoras de furia e ira, para ser escondidas en las esquinas oscuras del inconsciente, rodeadas de victimización.

Si tan solo tú entendieras que Cristo aceptó todo sufrimiento voluntariamente, no como una víctima, y que, al cargar la cruz, Él soportó por nuestro bien el dolor de todo castigo injusto e irracional. Él le dio sentido al sufrimiento. Esto es, Él lo soportó todo públicamente y sin ira, para la redención de nuestros pecados, y, al hacer esto, nos enseñó que amor verdadero significa la buena voluntad de soportar el dolor emocional de los demás, sufriendo con ellos en la esperanza de su salvación. 

Si tan solo oraras por los demás y llevaras tus sufrimientos como Cristo los llevó—no como castigo, sino como un regalo de perdón a los demás—entonces tu ya nunca tendrías la necesidad de esconder tu dolor y ya nunca estarías aterrorizado por tu capacidad para la ira; entonces podrás escuchar con honestidad a tu familia y amigos, soportar sus iras sin retroceder de ellas, y ayudarles a sanar sus dolencias y penas y, a que tomen sus propias cruces.

  

Lea un pasaje de una homilía sobre salvar a otros
por San Juan Crisóstomo

 
Darle tu Dolor a Dios

Y todo lo que conlleva hacer esto—darle tu dolor a Dios—es que te digas a ti mismo, “Dale tu dolor a Dios” para que te acuerdes qué hacer cuantas veces te sientes herido. Que conste, esto no significa negar las emociones humanas; es una aceptación genuina de la vida emocional humana en su plena realidad.

  

No siempre está en tu poder el controlar tus sentimientos. Tú reconocerás que tienes amor si, después de experimentar fastidio y contradicción, tú no pierdes la paz, sino que oras por aquellos que te hicieron sufrir y les desea bien.

  

—según dicho a Santa Faustina,
Diario, 1628

Entonces, habiendo dicho las palabras, anda, y dale tu dolor a Dios. Admite tu debilidad, tu miserabilidad, tu quebrantamiento—y ruégale a Dios para que Sus fuerzas te soporten a pesar de tus sentimientos.

  

Con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso, me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.

  

—2 Corintios 12:9b-10

Sanación, como verás, es simplemente regresar a Dios en humildad y obediencia. No hay sanación para nuestro quebrantamiento si no es a través del quebrantado pan de la Eucaristía. No hay sanación sino a través de Él que aceptó todo dolor, silenciosamente, pacíficamente, sin protestar y sin murmurar—por nuestro bien. No hay sanación sino a través del perdón.

  

Pero si no perdonas a los demás, tampoco tu Padre perdonará tus transgresiones.

  

— Mateo 6:15

 

Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia.

— Santiago 2:13

Entonces, darle el dolor a Dios, es evitar el tomar el asunto en tus propias manos—al esconder tu dolor, o a través de la protesta, o al tramar venganza y, en vez de eso, orar por los aquellos que te hirieron y acercarte a Dios en humildad para aceptar la sanación verdadera y perfecta que Él nos ofrece.

  

Santa Margarita Maria Alacoque¿No estas progresando en la oración? Entonces sólo tienes que ofrecerle a Dios las oraciones que el Salvador derramó por nosotros en el altar. Ofrécele a Dios su amor fervoroso en reparación por nuestra pereza. En el transcurso de toda actividad ora lo siguiente: “Mi Dios, [yo hago esto] o [soporto aquello] en el corazón de tu Hijo y de acuerdo con sus santos consejos. Te lo ofrezco como reparación por cualquier cosa reprochable o imperfecta en mis acciones”. Continúa haciendo esto en cada circunstancia de la vida. Y cada vez que te encuentres con algún castigo, alguna aflicción, o injusticia, dite a ti mismo: “Acepta esto como mandado a ti por el Sagrado Corazón de Jesús para así poderme unir a Él”.

  

De una carta por Santa Margarita María Alacoque, virgen
Oficio de Lecturas, octubre 16:
Margarita María Alacoque, virgen

 
Cuatro Consejos Resumidos

La mayoría de las personas experimentan sentimientos de frustración cuando alguien o algo les obstruyen de alguna forma. Y la reacción de la mayoría de las personas al sentimiento de frustración es querer obligar al “otro” a que le proporcione satisfacción. La respuesta cristiana a la frustración, sin embargo, requiere una actitud sicológica diferente a la satisfacción. Aquí hay cuatro pasos simples para manifestar cual debe ser la respuesta cristiana a la frustración:

1.

Admite el dolor.  En vez de empujarlo fuera de tu consciente, siente el dolor. Si alguien te insulta, admite que te sientes menospreciado; si alguien te engaña, reconoce a que te sientes manipulado y vulnerable; si alguien te obstruye, admite que te sientes indefenso. Y así por el estilo. 

2.

Se transparente.  Según reconoces y sientas el dolor, déjalo que pase a través de ti a las manos de Cristo, como la luz del sol pasa a través de una ventana clara. Recuerda que cualquier cosa que te hagan, es al mismo Cristo a quién se lo hacen.[2] Cuando eres mofado, Cristo es mofado; cuando eres estafado, Cristo es estafado; cuando eres obstruido, Cristo es obstruido. Todo pecado infligido sobre alguien es infligido sobre Cristo, y solamente Cristo tiene el poder para distribuir verdadera justicia por todo perjuicio. Así que pon tus heridas en Sus manos y confía en Su justicia.

3.

Relájate.  Cuando tú te sientes herido, es humanamente natural tú querer tomar el asunto en tus propias manos para vengarte. Pero resiste esa tentación. Cuando alguien te causa dolor, resiste la tentación de responder con sarcasmo, o discusiones, u hostilidades o injurias. Busca la justicia divina, no la amarga venganza. Y cuando son cosas, en vez de personas que te obstruyen—tales como los semáforos que se tornan rojos cuando tienes prisa, o cosas que se rompen cuando te encuentras bajo presión por terminar un trabajo—acéptalo calmadamente y obedientemente como la sabia intervención de Dios para guiarte. No te quejes preguntándole a Dios, “¿Por qué permites esto?” Solo di, “Muy bien. Si esto es lo que Tú quieres, entonces yo lo acepto. Yo confío en Ti en todo. Dame la fuerza y la valentía para pasar por esto”.

  

¿Y si lo que ocurre es que el diablo te hace tropezar, y no que Dios está interviniendo para instruirle? ¿Cómo va a reconocer la diferencia? Bueno, tú no tienes que reconocer la diferencia. Únicamente acepta todo con gracia como un acto glorioso de obediencia hacia Dios. Si el diablo te hace tropezar y descubre que los resultados de sus esfuerzos glorifican a Dios, él se cansará de ti muy rapidamente y te dejará tranquilo.

  

4.

Ora.  Después de haber sentido el dolor, y dejar que pase a través de ti, y confiar obedientemente en Dios, entonces ora. Ora por el arrepentimiento de aquellos que te hirieron. Ora por aquellos alrededor de ti. Por ejemplo, si te encuentras atascado en una larga fila en el correo por causa de un empleado rudo, ora por ese empleado y ora por las personas que están en fila contigo y que también tienen que sufrir. Buenas oraciones cortas para repetir una y otra vez serían

Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen.
(Lucas 23:34)

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí.
(La Oración de Jesús)

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
(Adaptado de la oración Trisagio)

¡Oh Sangre y Agua que brotastes del Sagrado Corazón como una fuente de Misericordia para nosotros, en vos confío!
(Diario de Santa Faustina, 187)

Una buena oración más larga sería la Corona de la Divina Misericordia.

Como rezar la Corona de la Divina Misericordia

 
Libros

Anger and Forviveness

Ira y Perdón (en inglés)
 
La mayoría de nosotros llevamos más ira en nuestros corazones que lo que somos capaces de admitir, aun a nosotros mismos, y como resultado, con frecuencia nos sentimos atascados por una carencia de progreso espiritual. Este pequeño libro, escrito de forma clara, en un lenguaje no-teológico, explica la profunda psicología de ira y perdón, y demuestra cómo convertir las heridas emocionales en crecimiento espiritual.
Información para ordenar

Healing

Sanación: Dolor Emocional y Dar el Dolor a Dios (en íngles)
 
Este libro combina muchos recursos para sanación espiritual de este website con información sobre victimización, purgación espiritual, y la psicología del inconsciente de A Guide to Psychology and its Practice.
Información para ordenar

 
___________

1. En todas las cosas, Dios desea que nos tratemos los unos a los otros con el mismo amor que Él nos tiene. Por lo tanto, el desear que alguien sea herido emocional o fisicamente, te remueve del servicio de Dios y te sitúa en el servicio del demonio. Por consiguiente, sólo el pensar herir a alguien es un pecado—pero siendo un pecado venial (mientras sólo sea un deseo interior, en vez de un acto externo) puede ser perdonado con una contrición perfecta. Un acto verdadero de venganza hacia otra persona que resulta en algún daño real es un pecado mortal, y debe ser absuelto formalmente a través del Sacramento de la Reconciliación. Pecado impenitente condenará al alma en El Juicio Final. Date cuenta que ésta condenación es una evaluación veraz del comportamiento impío de esa alma, no un deseo de parte de Dios por venganza.

2. “Entonces dirá también a los de su izquierda; ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también estos, ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’ En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.” (Mateo 25:41-45). Recuerda tambien, que, en el apogeo de la persecución de Saulo contra los cristianos, Cristo le pregunta, “¿Por qué me persigues?” (Acts 9:4).

 

Traducido por Anne P.

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